viernes, diciembre 09, 2005

Amarillos II

De mis clases de inglés he sacado un título que dice que tengo un nivel avanzado y unos cuantos amarillos con los que quedar e ir de viaje. Sobre todo, Noriko Ito, una japo que estaba en mi clase y con la que suelo quedar para tomar cafeses, bueno quedaba, porque el otro día me mando un mail diciéndome que no me pensara que era lesbiana, que no sé a que venía y nunca más he vuelto a saber de ella.

La cuestión es que el 11 de noviembre era su cumpleaños y me propusó ir a comer a Chez Panisse,
un restaurante, que al parecer es uno de los mejores de este país, si no el mejor y que curiosamente se encuentra en Berkeley.


Alice Waters es la dueña y es la que introdujo la cocina mediterránea en este país.Y se hizo de oro la tia. Si lo llego a saber, me dedico a hacer tortillas de patata y ensaladas con bien de aceite de oliva.

Bueno, pues el caso es que yo me sentí la mar de honrada con la propuesta, aparte de que se me afilaron los colmillos, como podreis imaginar, no es un sitio para decir, barato.

El día en cuestión, empecé a salivar después del desayuno, pensando en la comida. Me vestí, me pusé mona, dentro de lo que en mí cabe, para la ocasión, y me fui a la academia para recogerla e ir a comer.

El sitio, la mar de agradable, los camareros encantadores.
La comida se hizo esperar. No habíamos reservado y el sitio estaba hasta arriba. Es lo que tiene este gran país las calles están llenas de homeless, durmiendo en el suelo, pero también de supercochazos y casas impresionantes.

Al grano, después de darnos una vuelta para abrir el apetito, comenzó el ritual, yo pedí una copa de vino de $6. No era un lujo, era de los más baratos, aquí lo de irse de vinos no sale a cuenta y Noriko, para celebrar que era su cumpleaños, una copa de champagne. Después, una ensalada para compartir con queso de cabra caramelizado y lechuga rizada, aliñado con vinagre de no sé que puñetas. Cada una se pidió su plato, yo me apunté a unos huevos con puré de manzana sobre un lecho de crema de calabaza, no hay queja, excepto por el tamaño del plato, se supone que los huevos eran de gallina, aunque parecían más bien de codorniz gigante, o si eran de gallina de las pitas enanas esas que ahí por tierras portuguesas. Noriko, fue más lista y se tomó un pollo guisado no sé de que forma, muy bueno, y que llenaba un poco más. Todo estaba bueno, no digo yo que no, y quedaba muy bonito en el plato. Los postres, como no, había que darse el gustazo, un chocolate negro con helado, bastante impresionante. Y llegó el gran momento. La cuenta, $57 cada una, más la propina que al menos ha de ser del 15% si no quieres que te miren mal, e incluso, te echen del local, y digo cada una, porque lo que yo creía que era una invitación (que para mí significa que te invitan, o sea que pagan) se quedó en un, si no tienes cambio, ya luego me lo das, y un palmo de narices, que os podeis imaginar. Parece que para los japos los conceptos cambian, hay que tener cuidado está claro.

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