lunes, febrero 27, 2006

El condor pasa, o no?

Aprovechando que venía German a visitarnos, el fin de semana del 4 de febrero alquilamos un coche y a pesar de las amenazas del hombre del tiempo, nos fuimos de excursión.

Como siempre entre pitos y flautas salimos tarde y todos los miles de planes de sitios que ibamos a ver se redujeron finalmente a Pinnacles National Monument.Unas piedrecillas volcánicas, altas, muuuuy altas. Allí por si no hubiera tenido bastante con la pesadilla del gimnasio, nos hicimos una ruta, montaña arriba.

Debí haber sospechado del extraño brillo en los ojos del guarda que nos recomendó la ruta.
Comenzamos el camino entre agradables pajarillos azules y bayas rojas.
Aquello no era una subida, más bien escalada, interminable. Tenía las piernas destrozadas. Nos habían dicho que allí vivían coyotes, lobos y cóndores. En un ataque de exaltación de la naturaleza, estaba deseando ver todos aquellos animales salvajes. Debe ser que el cansancio me nublaba el sentido.

Por el camino que iba dando vueltas alrededor de los picos, nos encontrabamos con caquitas de coyote. Por lo que se veía llevaban muuuucho tiempo comiendo solo bayas y verduritas, así que debían estar hambrientos y el acecho. De todas formas, no tuvimos la ocasión de comprobarlo.

A lo lejos vimos los cóndores dando vueltas en el aire. A decir verdad, impresionaba, pero estaban muy lejos, así que para que preocuparse.

Mientras subiamos Miwell se dedicó a contarme historias sobre el tamaño de los cóndores y su capacidad para llevarse una oveja por los aires.
-Si se acercan a atacar hay que tirarse al suelo. jajajjajaja. Que son carroñeros, que solo se zampan animales muertos.

Que risa me da.
Cojones. Que por esas peñas arriba un empujoncito y sirvo de pasto para un cuervo gigante.

Seguimos montaña arriba con los higadillos en la garganta y las rodillas hechas fosfatina. POr allí no pasaba un alma y cada vez cualquier atisbo de civilización se alejaba más.

Entre unas ramas vimos un condor. Que emoción, nos pusimos a sacarle fotos como locos. Entre la distancia, y el día de mierda que hacía solo se ve un puntito negro sobre una roca entre miles de ramas.

También apareció gente, que casi me matan del susto, por cierto. Ya no me los esperaba. Nos dijeron que más arriba había más. Nos fuimos acercando y descubrimos que en cada una de las peñas que nos rodeaban había un bicho de esos feo y asqueroso.

En un árbol encima de nuestras cabezas 3 cóndores nos miraban fijamente mientras aleteaban. Allí estabamos con nuestra cámara, sacando fotos a contraluz a unos pedazos de animales nada amigables, colgados de una rama que se meneaba sobre nostros. Estuvimos casi 20 min. con otra pareja, disparando fotos en silencio. Cada vez llegaban mas cóndores al árbol y a las rocas de los alrededores y allí se quedaban inmutables.

Decidimos seguir nuestro camino. Dejamos allí la congregación de bichos y nos pusimos en ruta otra vez, solos.

Después de unos pasos, uno de los cóndores levantó el vuelo, y empezó a hacer círculos sobre nuestras cabezas. A este siguió otro, que se posó en un árbol un poco más alante de donde estabamos. Poco a poco todos los pajarracos fueron abandonando sus posiciones y colocándose en nuevas rocas a nuestro alrededor.

Miwell dirá lo qu quiera, pero aquellos bichos tenían malas intenciones, me cayeron mal, nada más verlos. Tenías que ver la agilidad que desarrollé subiendo y bajando por aquellos caminos estrechos y en pendiente.

Allí seguía si aparecer nadie y cada vez que doblábamos un recodo, cambiaban de roca, o sobrevolaban nuestras cabezas. Llegamos a unas escaleras excavadas en la roca, que caían al vacío. Los cóndores se acercaban y notaba sus ojos en mi nuca.

Estaba tiesa de frío y aquel camino se ponía cada vez más complicado. Me quedé sola, mientras Miwell investigaba. Mi corazón latía a 1.000 por hora, y solo se oía el silbido que producía el planeo de las aves.

Aghhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!
Iba a morir...
Cuando ya todo estaba perdido y se acercaban más y más, oí un grito.
Una pandilla de jovenzuelos se acercaba por las endiabladas escaleras en dirección contraria. Venían riéndose y cantando.

De repente los cóndores se dispersaron. Cada uno se fue en una dirección. Eramos demasiados para la cena. Una cosa es despeñar a una tarada histérica, y otra enfrentarse a un rebaño de gritones.

Después de cruzar escaleras arriba pegados a la barandilla, hacia el otro lado de los picos, el camino se suavizaba. Los cóndores quedaron atrás, esperando a otro pardillo al que despeñar y yo dejé de inventarme historias, porque empezamos a cruzarnos gente y ya no tenía gracia. Empecé de broma, pero al final a los malditos cóndores les gustó la historia y conseguí entre risa y risa acojonarme un poco.

FIN


2 Comments:

Blogger miwell said...

Estos bichos, son como pavos grandes... Y vuelan! La verdad es que por los peñascos esos solo hace falta un ligero empujón del pollito ese para despeñarse...

febrero 27, 2006 11:21 p. m.  
Blogger pequena comedora insaciable said...

Son los vengadores de los pavos que los americanos se comen en Accion de Gracias

marzo 01, 2006 5:12 p. m.  

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