miércoles, agosto 09, 2006

FASF

Después del ajetreado día entre vacas, cerdos y demás tocaba fiesta. Para despedir a Anita había fiesta de alcoholes superfuertes (eso, en este país es cualquier cosa que no sea cerveza).
Se pueden tomar un cóctel hecho de vodka, ginebra y ron mezclado con algo que le de un bonito color, y eso esta bien, pero si pretendes tomarte un copazo de güisqui o ron, entonces te miran como si fueras de otro planeta, aparte de que te cobran como si fueras de otro planeta hecho de oro.
Así que nuestra fiesta de alcoholes fuertes para españoles prometía, y cumplió con las expectativas. Fue un éxito, excepto por algunos problemillas para encontrar hierbabuena para los mojitos. No porque fuera difícil de encontrar, que no lo sabemos, sino porque no sabíamos el nombre en ingles y claro, así compraron berros, albahaca, a punto estuvieron de comprar perejil y finalmente se decantaron por la menta.
Yo por lo menos me lo pasé como una enana. Baile como una posesa y me bebí hasta el agua de los floreros. Miwell en cambio, se encontró un poco indispuesto y hubo que reanimarlo, aunque después encontró fuerzas para averiguar si lo que había aparcado enfrente de la residencia de la fiesta era una camioneta del gobierno con cámaras ocultas bajo lonas que nos espiaba o era, tal y como parecía una camioneta con un pollo gigante encima. Junto con Héctor treparon hasta los zancos, palparon y una vez convencidos y tranquilos se bajaron.
Empiezo a sospechar que es cierto. Todo el mundo se ríe de mi y dicen que bailo como una gallina aleteando. Yo que pensaba que era la reina de la pista y me movía como una gacela sobre el parqué, y ahora resulta que nada de gacela, gallina. En fin me da igual, la cuestión es que llegamos a casa a las 4.30 de la madrugada, todo un record en este país que anteriormente teníamos establecido en las 2 de la mañana.
Al día siguiente, me levante bien, pero a medida que avanzaba el día, mi cabeza se iba espesando y mis movimientos se hacían mas lentos, hasta que me volví una tortuga y tuve que meterme en la cama. Miguel, en cambio se levantó al borde de la muerte, pero fue mejorando, aunque claro, el cansancio estaba ahí.
Mis hermanas fueron las que mejor lo llevaron, supongo que también porque fueron las que mejor se portaron en la fiesta. En cualquier caso, después de comernos una pizza del Jupiter, recobramos fuerzas para hacer una visita al Golden Gate Bridge (esta vez, de día y sin niebla) y acercarnos a la playa de Stinson a remojar los pies. A las 10 de la noche todo el mundo estaba en la cama.

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