lunes, diciembre 18, 2006

El viaje pluscuamperfecto (iv). El Caribe

Según las guías que teníamos, y las referencias que nos habían dado algunos amigos, Cahuita se aproximaba bastante a la idea de paraiso tropical. Un arrecife de coral protege las playas caribeñas, y la selva llega justo hasta el borde, de modo que uno puede estar bañandose plácidamente al mismo tiempo que los monos juguetean con las mochilas... Asi que, aunque el viaje desde Arenal era largo (en el Observatorio nos dijeron que 5 horitas), íbamos encantados atravesando plantaciones de caña, plátanos, etc.

Despues de comer a la velocidad del rayo unas empanadas bastante interesantes en una soda de pueblo que recomendaba la guía seguimos rumbo a Cahuita. Para cuando llegamos a Puerto Limon (de donde sale todas las frutas riquiiiiiiiiiiisimas para todo el mundo) ya era casi de noche y los camiones nos rodeaban por todas partes. Tráfico pesado, malas carreteras y oscuridad resultaban agotadoras y las ganas de llegar crecían exponencialmente. Cuando por fin llegamos a Cahuita los ánimos estaban al límite, así que la búsqueda de hotel resultó bastante tensa.

La ciudad/pueblo es pequeña, y está lleno de hoteles/hostales, pero la guía recomendaba algunos hotelitos de las afueras que eran más tranquilos y estaban cerca de la playa. Así que después de perdernos y de preguntar en un par de sitios, y ante la creciente desesperación, encontramos una habitación modesta en una caseta de madera, con mosquitera, baño compartido y una hamaca en el exterior. Cuando llegamos, una pareja de alemanes (vecinos de la habitación contígua) estaba leyendo en la hamaca, a la luz de unas velas. Estábamos hechos polvo, así que no entablamos mucha conversación, y nos fuimos a cenar. Para evitar volver a perdernos en el pueblo, nos quedamos en las proximidades del hotel, en un bar-fonda donde un negro impresionante rastafari se dejaba invitar por dos americanas maduritas y embriagadas que no hacían más que manosearlo, sacarse fotos, y reirse a carcajadas.

Habia estado lloviendo y el mar estaba revuelto. Soplaba viento marino un poco más fuerte de lo esperable, por culpa de un frente que estaba entrando desde Panamá. Esto nos chafaba un poco, porque si hubiera hecho bueno, el mar hubiera estado en calma y habriamos cumplido otro de nuestros objetivos del viaje: hacer submarinismo sobre los corales. Pero con el mar asi, no era recomendable ni bañarse.

Al dia siguiente visitamos el pueblo y para consolarnos nos tomamos un desayuno impresionante, a base de tortilla francesa rellena de todas las delicias imaginables para Selia, y un crépe relleno de frutas para Miwel. El plan era acercarnos a Manzanillo, a unos 20km de Cahuita, donde hay otro parque natural y una reserva protegida. Antes de irnos reservamos una habitación para el día siguiente (para estar más cerca de San José en nuestro último día), y tras charlar con la pareja de alemanes de la habitación de al lado les ofrecimos venirse con nosotros. Se iban a pasar 3 semanas por Costarica, en plan mochilero, y no tenían coche, asi que estaban encantados con la idea de un viaje gratis.

Mientras los chicos investigaban el hospedaje en Manzanillo, Selia contactó con el guía del pueblo, Abel, que resultó ser hermano del dueño del hostal donde nos quedamos. Un tipo muy gracioso y muy hablador que nos llevó a visitar la selva y ver animalitos. Los alemanes no se animaron, así que fuimos nosotros solos con el guía, en una excursión que nos dejó encantadísimos. Vimos perezos de 3 dedos, monos aulladores, un mono araña, un par de serpientes oropel, ranitas venenosas de colores, palmeras andadoras (se desplazan, no es broma!) arañas y hormigas gigantes, mariposas Morpho, tucanes picoiris y Swainson, colibríes (no podían faltar) mientras Abel nos contaba cientos de historias sobre las hormigas bala que tienen un veneno que te paraliza y que dura un par de dias (10 veces más potente que el de una abeja), sobre que hacer si te pica una serpiente, (básicamente, relajarte hasta llegar al hospital, si te pones nervioso es peor, fácil), sobre cómo nacieron los parques y cómo los costaricenses cambiaron su forma de vida cuando se dieron cuenta de que mantener la selva y su riqueza era lo que a largo plazo les iba a dar de comer y sobre miles de cosas más. Se nos pasó el paseo volando. Cuando regresamos eran las 4 y moríamos de hambre, asi que hicimos una comida-cena en un restaurante con terraza junto al mar. Cuando estábamos acabando, aparecieron los alemanes, así que nos tomamos unas cervezas con ellos y después nos fuímos a la piltra.

Al dia siguiente, nos levantamos tempraniiiiiiiiiiisimo para ver amanecer en el mar. Claro, estámos en el Caribe costaricense, así que el sol tiene que salir por el mar, no? Pues no. Si hubiesemos visto el mapa, nos habríamos dado cuenta de que precisamente Manzanillo está orientado al sur, asi que nos salió la cosa de refilón. Os acordais de aquella maravillosa escena en "Amanece que no es poco"??. Pues eso. Esto es un sindios!! Cuando nos dimos cuenta de la estupidez, nos volvimos a la cama y despues de despedirnos de Abel y de desayunar nos fuimos a Puerto Viejo de Talamanca, a mitad de camino entre Manzanillo y Cahuita.

El plan era ver las estupendas playas de la zona, pasar por el banco a sacar dinero, y... arreglar el pinchazo que habíamos descubierto al llegar a Manzanillo. Habíamos puesto la rueda de repuesto, que estaba más lisa que las de nuestro querido Daewoo, y que además tenía una sorpresa estupenda: un tornillo de unos cuantos centímetros asomaba alegremente al mundo. Vamos, que los de la agencia de alquiler nos habían dejado un coche con una rueda de repuesto de la que no podíamos fiarnos demasiado... Y con el estupendo estado de las carreteras, más nos valía no tener 2 pinchazos. El sitio donde nos arreglaron la rueda era muy típico. Una negrita de grandes dimensiones se ocupaba del negocio mientras su hermano aprovechaba el día de sol para irse de paseo (posiblemente a hacer surf). El arreglo? Tras localizar el pinchazo con un poco de jabón, enchufa un poco de goma dentro de la cubierta y listo. De la rueda de respuesto, ni hablamos... la volvemos a poner en su sitio y a callar. Después de la visita al banco, un poquito de playa al sol maravilloso, a comer y vuelta a Cahuita.

Se había ido el sol, así que nada más de playa, nos tumbamos en la hamaca, nos duchamos con calma y nos fuimos al pueblo a cenar, y tomarnos deliciosos batidos de frutas. Cena excepcional de pescadito freeeeeesquiiiiisiiiiimo y riquiiiiiisimo y a la manana siguiente, nuestro último dia, paseo por el parque de Cahuita. Ahí se juntan el mar turquesa con la playa de arena blanca y fina protegida por palmeras y con la selva llena de monos, pájaros y bichos varios. Bastante cerca del paraíso, en mi opinion.Una pena no tener más dias y un poquito más de sol y mar en calma para ver los corales. Tendremos que volver!

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