jueves, septiembre 07, 2006

VI. La maldición de Redwood

Con el estómago lleno, después del gran cenorrio (al menos para mi), pusimos rumbo hacia lo que seria nuestro campamento-noche. Puesto que la guía decía que en el Redwood sólo podían entrar 50 coches por día, decidimos hacer noche lo más cerca posible de la entrada al parque. En el mapa, encontramos un pueblito perfecto llamado Orick, con un par de moteles baratos. Selia había hecho una reserva en uno de ellos, asi que todo parecía perfecto. Pero no contábamos con la maldición de Redwood...

Al llegar al motel (bastante chungo) un escalofrío nos recorrió la espalda: el cartelito de ¨no rooms" brillaba a la entrada. En un ataque de optimismo pensamos que simplemente nuestra habitación podía ser considerada como "occupied" puesto que, aunque aún no habíamos llegado, sí que la habíamos reservado. Asi que entramos en el garito del dueño a preguntar. Estaba abierto, aunque no había nadie. Hicimos un poco de ruido, para ver si salía alguien de una puerta entreabierta. Dije ¨JELOU", bien alto. Y al rato, salió un tipo desdentado, con camiseta sucia y aspecto desarreglado que nos miraba con cara de ¨qué demonios haceis aqui, molestando". Le preguntamos por nuestra reserva, y el tipo nos suelta un "sorry, no rooms". En ese momento, la ceja de Selia empezaba a dar preocupantes señales de enfado. La breve conversación fue algo así como:
Selia: "Como que no hay habitación? Habíamos hecho una reserva"
Tipejo: "Si, pero dije que confirmaría si tenía que cancelar la reserva¨
Selia: "Aha... pero no me llamaste"
Tipejo: "oh, es que estuve muy ocupado"
Miwell (mentalmente): oooh, si claro... se nota que llevas una vida emocionante en esta pocilga, so guarro...
Selia: "you must be kidding me"
Tipejo: "I´m sorry"

En ese momento, comprendí porque se cometen crímenes en este pais. Si llegamos a tener un arma, el tipejo era historia. Y seguro que un juez nos daba la razón. No respetar una reserva en casos como éste, debe estar peor considerado que el allanamiento de morada, en donde unos tiritos al agresor están bien vistos. Por si acaso...

Total, que salimos de alli con una mezcla de cabreo, preocupación y angustia. El motel parecía chungo, asi que en parte nos alegramos de no tener que pasar la noche alli. Probamos suerte en el otro motel, pero tambien estaba lleno... incluso tenía aspecto de que si esperabamos una horita, tal vez alguna habitación se quedase libre... no se si me explico... En fin, que decidimos dar la vuelta a ver si encontrabamos habitación en algun otro pueblo. Je... jeje... jejejeje...

Así empezó nuestra peregrinación nocturna por el norte de California. Hasta ese momento nos habíamos sentido afortunados, porque no había mucha gente por los sitios que visitamos. Pero de pronto, parecía que todo el mundo había salido de sus escondites y se encontraban a la busqueda de un sitio para dormir. El que sólo pudiesen entrar 50 coches al día en el parque empezó a perder importancia a medida que desandábamos lo andado en el día, haciendo millas hacia el sur buscando alojamiento. En todos los pueblos, ciudades y malls (centros de gasolineras+moteles) brillaban las luces de ¨no vacancies¨ cual constelaciones en una galaxia cada vez más dispersa. Lo mejor era las aglomeraciones de gente que se juntaba a la entrada, en nuestra misma situación preguntando por habitaciones. Hasta entonces pensábamos que los yankies eran mas organizados, y que hacían las reservas con suficiente antelación, sobre todo si se trata de un fin de semana largo, con un lunes festivo. En algun momento me sentí como en la serie Beny Hill, con un grupo de coches dirigiendose atropelladamente de motel a motel, casi en caravana. Casi nos saludabamos en cada recepción de hotel, pero luego en la carretera la gente se iba picando para llegar antes. En uno de los sitios, los sinvergüenzas encargados pedían 200$ por una habitación sencilla con una cama. La gente dudaba si cogerla o montar un motín, hasta que un espabilado millonario decidió quedarsela. No en todos los moteles eran así de espabilados, y en la mayoría nos deseaban suerte en eso de la búsqueda de habitaciones, e incluso nos daban consejos de dónde podíamos mirar.

La peregrinación continuó varias horas, y los ánimos decaían a medida que bajabamos más y más. La idea de volver a Redwood al día siguiente sólo podía mantenerse si pasabamos la noche en el coche, algo que contaba con la sólida negativa de la espalda de Selia. Así que seguía conduciendo, alejándonos del parque, con la esperanza de no tener que dormir en Berkeley, bajo un hermoso cielo estrellado y con la banda sonora original de los ronquidos de uno de nuestros acompanantes, cuya espalda no se oponía lo más mínimo a eso de dormir en el coche. Un panorama poco esperanzador, en el que muchos de nuestros compañeros conductores iban quedando en el camino y decidían hacer noche en la orilla de la carretera. A eso de la 1:30, despues de miles de curvas, llegamos a un cruce perdido de la mano de dios, con una señal de motel, y decidimos probar suerte una vez más. La señal de ¨no vacancies estaba apagada, y un rayo de luz surgió en la noche. Llamamos al timbre, y un tipo serio, muy serio, nos abrió la puerta (aunque claro, para la hora que era, el tipo era la leche de simpático). Si, si había habitacion. No, no era cara. Nos habíamos salvado!! Sin embargo, la maldición de Redwood había dejado su huella en nuestros planes, que se habían ido al garete.

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