martes, diciembre 19, 2006

Viaje pluscuamperfecto (v). El regreso

La vuelta a San José fue mejor de lo que pensamos, excepto por el sobresalto que nos dimos cuando a Miwel se le encendió la bombilla y tras revisar los billetes nos dimos cuenta de que salíamos a las 6 de la mañana, no a las 8. Eso implicaba que habia que ir a devolver el coche por la noche, y no por la mañana antes de irnos como habiamos planeado.

Así que, tras perdernos por los alrededores de San José, buscamos un hotel cerca del aeropuerto, dejamos las cosas, devolvimos el coche, con los dedos cruzados para que no encontrasen ningún rasguño que nos hiciese tener que pagar los daños, cenamos en un restaurante típico, con unos cócteles cortesía del hotel, y a la cama.

El hotel estaba en la plaza central del pueblo, Alajuela, a las afueras de San Jose.
Nos fuimos a la cama a las 8 de la tarde, al dia siguiente habia que levantarse a las 4.30am. La cama era blaaaaaaaaaaaaaanda y mortal de necesidad. Los vecinos no dejaban de gritar, y la calle de enfrente resultó ser la más transitada de la ciudad. Nos llamaron de la recepcion cuando ya estábamos fritos para recordarnos que nos llamarían a la mañana siguiente para despertanos. Estábamos enfrente de la parada de taxis que se pasaron la noche de aquí para allá, y alguien que se aburría mucho se pasó la noche jugando con la alarma del coche, encendiéndola y apagándola. De haber tenido un arma, la habríamos montado. Apocalipsis. Muerte. Destrucción.

Asi que a las 4 cuando sonó el despertador, nos llamó el de recepción y nos levantamos, estábamos muertos, rotos, desechos, de mal humor, en fins... indescriptible la noche. Inolvidable.

Nos fuimos al aeropuerto con la esperanza de desayunar antes de embarcar, pero era demasiado temprano y las opciones de interesantes estaban cerradas, asi que nos dedicamos a pasear por las tiendas, probar café de gratis, y comprar chorradas. Ya en el avión dormimos y Selia acabó el libro.

Cuando llegamos a San Francisco hacía un día terrible, nada que ver con la temperatura tropical de la que acabábamos de salir. A la mañana siguiente, Miwel se fue a Boston a un congreso con sus intestinos llenos de bichitos que le hicieron visitar los baños tanto como la sala de conferencias y que lo dejaron casi una semana sin comer. Me preguntó que qué le sentaria bien, le propuse pescadito hervido o una sopita, se fue todo orgulloso y se pidió una crema de cangrejo (es sopa y es pescado, no?, qué importa si se hace además con nata y miles de guarrerías más?). Cuando lo volví a ver era una cosa pálida, y delgada, casi transparente.

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