viernes, junio 16, 2006

Adios Sra. Mariposa

La razón de que tuviera que perderme a la Sra Mariposa después de llevar todo el año suspirando para ir a la Opera fue básicamente mi cabeza de chorlito.

Miguel me envió hace unos días un utilísimo calendario de Google, donde puedes ir anotando tus compromisos, y te mandan un mail el día antes para recordástelos. Y es utilísimo si y solo si, te acuerdas de anotar las cosas, lo que desgraciadamente no es mi caso.

Así que cuando me dijo que si compraba las entradas para el jueves pasado, me pareció fenómeno, pese a que desde hacia casi un mes sabía que ese día había quedado en acompañar a mis clientes a una apelación.

Esto de la apelación no es tan serio como suena.

Al poco de que me contrataran en Sentinel (el sitio en el que trabajo)me enteré que una de las razones era que había ganado otra apelación con un cliente de Centro Legal (el sitio al que iba de voluntaria)así que era una experta.

En realidad, cuando gané, la otra parte había apelado y mi trabajo se había reducido a ir allí y decir que no procedía.

Pero lo primero que me dieron cuando empecé en Sentinel fue mi nueva apelación. Esta vez era yo la que tenía que apelar y mis clientes un par de tarados.

George y Sandra. Eran vecinos del mismo edificio y habían estado viviendo en él durante 9 años. Cuando por primera vez alquilaron sus apartamentos, compartían un jardin con figuras de budah y buen Karma con el edificio contiguo que como el suyo estaba lleno de tarados que hacía yoga al atardecer. El edificio había cambiado de dueños y con ellos el jardín y los vecinos con buen rollo habían desaparecido, ellos eran los únicos que habían resistidos atrincherados, luchando por su budah, la paz, y el amor libre.

Sandra, solterona en sus 40 largos, defensora de los derechos de los desarraigados y convencida de la justicia divina (pensándolo bien esa podía ser yo en unos años, si miguelito no me encarrila) y George, imposible de describir, pero no era plan de decirle que quería sacarle una foto para ponerla en el blog.

El tipo era discapacitado, andaba en tacatá, unos 60 y muchos, o setenta, con barbas de chivo, un gorro de ganchillo de colores chillones, estilo Papa, los dedos llenos de anillos, las uñas largas y un par de rosarios a modo de pulseras-anillo que le llegaban desde el dedo anular, dando vueltas hasta el codo, vestimenta hindú con amplios faldones y pantalones y un par de aros en las orejas, vamos un poema. Lo mejor, es que me adoraba, vino a un par de reuniones para preparar su caso y después se dedicaba a llamar a mi jefa y decirle que era fantástica (yo encantada, claro).
El caso es que a los tipos les habían subido la renta infinito y estaban convencidos de que era un complot para echarlos, un complot que no podían probar. Así que me costó dios y ayuda convencerlos de que si querían ganar tenían que centrarse en que la nueva dueña no había seguido el procedimiento legal para subir la renta, y por tanto, el aumento no era válido.

Todo el fraude y el complot, seguramente eran ciertos, pero no podían probarlos ni era la instancia oportuna para intentarlo.

Justo dos días antes del dia de la apelación, cuando ya habia renunciado a ir a la ópera, me reuní con ellos para dar un último repaso. Ya estaban convencidos, sabían lo que tenían que decir y llegó mi jefa (a la que le había explicado mi enfoque y preguntado si se le ocurría algo más, y no me había dicho nada) para mi espanto, les dijo que lo que tenían que hacer era hablar del fraude, aunque no pudieran probarlo, que algo siempre queda. George iba a decir que era un sr. mayor, inválido y con bajos recursos y que ese aumento lo echaba de la casa, lo que iba en contra del espíritu de la la ley. Ella lo convenció de que si además conseguía llorar, sería estupendo. Dar un poco de pena siempre funciona.

Todo mi trabajo a la mierda y encima tenía que ir a ver como la cagaban en vez de ir a la ópera. Gracias al cielo algo les había quedado, y en nuestro último ensayo, pense que les había convencido de los tres puntos importantes.
El jueves a mediodía, después de aprobar el carnet de conducir americano (a pesar de cometer 11 errores)mi jefa me preguntó si estaba preparada y me dijo que se imaginaba que prefería ir a bailar que acompañar al par de tarados. Le dije que claro, sobre todo porque tenía entradas para la ópera. Y va y me suelta que como iba con los tipos en lugar de a la ópera que llamara y dijera que estaba enferma. Si claro, acababa de verlos hacia media hora, y me suelta esto, después de haber sido ella la que había insistido en que tenía que acompañarlos. Casi la mato.

A las 7 me fui al ayuntamiento, a la apelación. Habíamos quedado en lo que tenían que decir, se lo había puesto por escrito, y Sandra empezó a balbucear, a hablar de fraudes, de complots y cuando recobraba el sentido empezaba una frase de las que habíamos preparado y volvía a irse por los cerros de Ubeda. Yo quería que me tragase la tierra, mientras me imaginaba a miguelito disfrutando de los gorgoritos de la sufrida mariposa.

Después le tocó el turno a George con su mantita de colores de ganchillo sobre las piernas en su silla de ruedas. Parecía que estaba declamando un poema sobre el sufrimiento de la humanidad; subiendo el tono, parando para coger aire y volviendo a empezar incluso con más vehemencia. A esas alturas yo me quería pegar un tiro, los tipos se había dedicado a anunciar a los 4 vientos que YO les había ayudado, y con el espectáculo que había montado, decía bastante poco bueno de mí. Menos mal que la apelación se presenta primero por escrito.

El panel de "jueces" de la ciudad, compuesto por 3 propietarios, 3 inquilinos y una persona neutral (que ese día no estaba) se pusieron a deliberar. Un tipo, claramente un propietario, calvo, de gafas de unos 60 años, cascarrabias, de pantalones ajustados, con tirantes y camiseta sin mangas, de esas que la manga llega del hombro a la cintura, con sus sobacos al aire, comiendo pizza y los pies encima de la mesa propuso que se diese por buena la decisión, que siempre era una jodienda una subida así de alta, pero que demonios, la vida es dura. Otro dijo que si el oficial del ayuntamiento había dicho que la subida estaba bien, pues no había nada que discutir.
A estas alturas, Sandra estaba pidiéndome perdón por no haberme hecho caso, y yo, que soy asin, pensando, te esta bien, por no hacerme caso, encima de que me pierdo la ópera, zorra.

Pero de repente contra todo pronóstico, una tipa que había oído entre balbuceo y balbuceo MIS argumentos, dijo que era cierto, que si no se seguían los procedimientos establecidos, y se informaba de los derechos, las personas se encontraban indefensas, y después de discutir acaloradamente con el ceporro de sobacos ventilados, votaron, y ganamos 4 a 2, la decisión no era válida, no valía el incremento de renta y redactarían las ordenanzas municipales para aclarar un par de conceptos que podían crear indefensión, como les habíamos explicado. Así que podría decir que mereció la pena perderse la ópera, pero es exagerar, aunque me quedé contenta como unas castañuelas, amén de consagrarme como experta y subir en consideración con mi jefa, que se lo pensará muy mucho antes de volver a meter la pata con mis clientes.
Reconozco que en el fondo me lo paso bien, aunque si no me quejo, no es lo mismo.

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