miércoles, junio 28, 2006

y mientras...

Y mientras Miguel volaba y disfrutaba del Hoyo, yo me quede solita pero con una agenda muy apretada.
El jueves, como ya viene siendo habitual, cervecitas con los españoles. No se porque digo cervecitas porque por el tamaño, de itas no tienen nada. En este país todo es a lo grande. Todo es lo más: la cerveza más rica, la más aclamada, la más barata el arbol más grande, el más alto, el presidente más..., en fins yo todavia no he encontrado mi atributo, pero no me voy sin ser la más en algo.
El viernes, quede con Maria, una chica peruana que conocí en mi trabajo de voluntaria y que aunque hablamos por teléfono todas las semanas, nunca me llama para quedar, salvo que sepa que Miguel tiene una conferencia y entonces, se autoinvita a que le prepare una tortilla de patata y salgamos a hacer algo. (yo encantada, claro, de que alguien reconozca que mis tortillas son mejores que las de Miguel)
Fuimos al cine y como llegamos antes, se le ocurrio ir a tomar algo al bar que había al lado. Todo lleno de luces rojas y ninguna tia a parte de nosotras y la camarera. Mientras iba al baño , María pidió dos cocteles, uno para ella y otro para mi. No sé que llevaba, solo que estaba bastante bueno, tenía alcohol y que nos lo cepillamos en 10 minutos porque ya empezaba la pelicula. Total, que estaba medio zombi y no me quedé frita en el cine todavía no sé porque.
Al día siguiente tenia que trabajar, bueno ir a una feria con stands en la que habia una mesa del sitio en el que trabajo y me tocaba pringar, ya me había escaqueado de las anteriores.
Me levante, madrugué y a las 10.30 estaba en la puerta del trabajo, como un reloj (cosa que hasta me sorprendió a mi). Pero como siempre que llego a tiempo a los sitios, la persona con la que quedo, no aparece a su hora.
Patricia era la otra pringada, pero era el fin de semana del orgullo gay, y había salido hasta las mil y se quedó sopa, tan sopa que no se enteró de las mil llamadas que le hice.
Me volví a casa y Patricia reapareció de entre sus cenizas. Llegamos 3 horas tarde, y nos tocó sentarnos al lado de la mesa del ejercito que estaban reclutando todo lo que podían. La feria en cuestión era en uno de los barrios negros y pobres de Oackland (de hecho, yo era la unica blancucha, con un par de latinos). Para convencer al personal ofrecen la posibilidad de estudiar, tener un seguro de enfermedad y otro de vida que cubre a la familia... en fin cosas que para muchas personas no son posibles. Total que se enrolan, y si no los matan, pues pueden estudiar. Repartían pegatinas, pins, bolsas... Las pegatinas en español decían "Yo soy el Army", le regalé una a Alberto por su cumpleaños, que fue la envidia del personal.
Tenían comida gratis, atracciones, y un grupo de musica Gospel bastante bueno. Entre que lo mío nunca ha sido la música, mi oído es lo peor y no me enteraba de la letra, Patricia fue la que me dijo que aquello era Gospel, porque para mi era solo música agradable.
En fins, despues de comer BBQ con miles de salsas de esas que les ponen aquí a todo que hacen que olvides que estas comiendo, tocaba barbacoa en el parque de Berkeley porque era el cumple de Alberto.
Llegué, comí unos pedacitos de carne, más la tarta que le habíamos comprado y se les ocurrió jugar una pachanguita de futbol. Ana y yo eramos las unicas chicas, y como no tenían mucha gente, nos tocó de porteras.
Aquello parecía más un partido de baloncesto que de futbol, cada vez que alguien se acercaba a la portería contraria, marcaba gol. A Ana, porque estaba sentada en la neverita que hacia de poste, y a mi porque por más que me tiraba al suelo, me colaban todos.
Alberto se puso a jugar con botas de montaña y aún no entiendo muy bien la razón, pero lo cierto es que se le pelaron las plantas de los pies, con lo que se quedó en la portería y me tocó ponerme a jugar. A correr, de un lado para otro, desesperada porque no me enteraba, y desesperando a los de mi equipo porque nunca estaba donde tenía que estar. Eso sí, corri un montón y lesioné a todos los del equipo contrario. Me nombraron defensora italiana. Yo solo perseguÍa la pelota e intentaba quitÁrsela al que la llevaba, pero claro se me ponian en medio y luego se quejaban de que los pateaba. A Oscar no sÉ como, lo cierto es que le hicE un chichón en la rodilla y ha dicho que no vuelve a jugar conmigo salvo que vaya en su equipo.
Lo peor de todo es que, mis rodillas de tirarme a parar la pelota y de envestir al personal, se hincharon. El sabado adquirieron un color rosado intenso que fue transformándose en negro noche, (me dolían con solo el roce de las sabanas), morado refulgente y ahora amarillo chino. Pero me lo pasé como una enana.
Después, unas tortillas de patata en casa de Alberto con patxarán y discusión sobre patentes incluida.
Al día siguiente era el Gay Pride Parade ( o sea el orgullo gay)y nos fuimos a San Francisco. Ademas de unas cuantas locas, lo que más me impresiono fue un tipo de unos 50 años con su barba, bien poblada, su barriga cervecera enfundado en unos calzoncillos blancos y botas militares con unas tetas bastante mas grandes que las mias (ya sé que eso no es decir mucho) que le colgaban hasta el ombligo.
A parte de eso, había tanta gente desfilando que empecé a preguntarme cuanta gente es hetero en esa ciudad. Los gays del departamento de bomberos de la ciudad, todos de uniforme desfilando, los de la policia, los de los bancos, los de los despachos de abogados, los profesores, la radio, familias de gays orgullosos. Gays con hijos...en fin todos estaban alli representados. No hay casi fotos porque la camara se fue de viaje a España a arreglarse.
Antes de que se acabara el desfile tuve que salir pitando porque tenia otra barbacoa en Berkeley, en casa de una familia de españoles que ya se volvían para Espanha. Me comporté, me senté con las casadas, los hombres a otro lado hablando de sus cosas. Me contuve, comí como un pajarito para que no se asustaran y me volví a casa a trabajar un rato, hasta la hora de ir a buscar a Miguel al aeropuerto.
Nunca mÁs, que estrÉs, no conocía la carretera, y esto de que haya tropecientos millones de carriles que aparecen y desaparecen con coches que no saben lo que es un intermitente y se pasan del carril 1 al 7 del tirón no está hecho para mí, pero llegué sana y salva a recoger a Miguel.

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