jueves, junio 28, 2007

Cuentas pendientes...

Si, si... ya sabemos que os tenemos descuidados. Pero no nos olvidamos del todo, y dormimos con cargos de conciencia por no conseguir dias de 25 horas. Hemos estado ocupados, con trabajos, viajes, y actos sociales. Ademas, estamos estresados pensando en lo que se nos viene encima en los próximos meses... Acabamos de volver de Hawaii, y eso nos ha servido para reponer unas pocas de energías (esto suena super-espanglish, no?). Pero hay que ir por orden, y hay algunas historietas pendientes desde hacia tiempo, así que intentaremos ponernos al día antes de contar todo lo que hemos hecho en Hawaii...

La mejor época para visitar Yosemite es primavera, porque el deshielo hace todo su efecto sobre las cascadas, los animalitos despiertan a todos sus instintos, el verde es mas verde, y hay menos gente que en verano. El año pasado visitamos el parque a principios del verano con las cu?is, a finales del verano con papi-suegros y con la pandilla amarilla a finales del otoño. Asi que nos faltaba visitar el parque en todo su explendor.

Coincidió que Pablo-Marta y familia habían planeado un fin de semana en Yosemite, asi que fuimos todos juntos. Ellos se quedarian en un hostal cerca de la entrada, y nosotros pensabamos irnos de excursion total, con mochilas, tiendas, repelente de bichos y provisiones para dos dias. Alicia se apuntó a la aventura (pobrecilla, no sabía lo que haía). El viernes por la tarde, pusimos rumbo este, hacia la sierra. Todo iba bien, hasta que a escasas 30 millas de Berkeley nos quedamos sin frenos...

El cochecito sufrió un achaque inesperado, quedejándonos tirados en Livermore. Claro, era viernes por la tarde, con garajes cerrados y fin de semana por delante, así que no había forma dsolucionar el problema hasta el lunes. Después de llamar al servicio de atencion al Automobilista (AAA), decicimos alquilar un coche y seguir con el plan de visitar Yosemite. El alquiler salió bstante bien de precio, lo que nos hace pensar que esto de tener coche no compensa... Pero bueno, eso es otra historia. Ahora, a lo que vamos.

Después de las pertinentes 4 horitas de carretera, llegamos a Oakhurst, cerca de donde pasaríamos la primera noche. Cenamos en un mexicano todos juntos y para la cama. La familia Mauleón-Amigo se fue a su albegue, y nosotros nos quedamos en un motel donde nos clavaron 150$ por una habitacion chunga, y sin desayuno. Por la mañana, salimos temprano direccióToulome Meadows. Despues de conseguir el permiso para acampar en zona salvaje, alquilar el bidón para osos, donde se supone que hay que guardar la comida y todo producto oloroso, y desayunar frugalmente, nos pusimos en ruta. Hacía un tiempo estupendo,cielo azul y temperaturas agradables, a pesar de estar a mas de 2000m. En las cumbres aún se veía nieve, los mosquitos no estaban demasiado rabiosos (aunque bastaba una picadura de insecto imprudente para que Celia se hinchara como un globo y empezara a rascarse compulsivamente). La ruta que teníamos planeada transcurría a la orilla del río Toulome, entre meandros, cascadas, y paredes de roca caliza, con un suave desnivel de unos 300m, y una distancia de unos 8km, que cargados con las mochilas parecían largos, pero accesibles. Y así nos fuimos, disfrutando del paisaje, sacando miles de fotos, viendo animalillos (sobre todo perritos de las praderas, marmotas y pájaros). El campamento donde dormiríamos se llamaba Glen Aulin, que en gaelico significa algo así como "Valle Hermoso", y estaba justo al lado de una cascada chulísima, y a la puerta de otro valle glaciar espectacular. Además, sabíamos que tendríamos luna llena, lo cual haría aún más espectacular la noche. Ya nos habían advertido de que en esa zona (Glen Aulin) se había detectado bastante actividad de osos, así que llegamos rebosantes de adrenalina, pensando en no tener que luchar por la comida con un osillo negro juguetón. Pero lo que no habíamos planeado es que tendríamos que luchar por la bebida!!. Supuestamente, en el campamento debería haber agua, así que hicimos la distribución de víveres pensando que habría agua abajo, y podríamos reponer. Con el río al lado, era imposible que no fuese así, no? Pues no. Resulta que el campamento "oficial" estaba cerrado hasta el inicio oficial del verano, así que ni agua, ni rangers, ni leches en vinagre. Eso si, no estábamos sólos. Había un par de grupos más de campistas, así que no estábamos completamente aislados. Pero de agua, sólo teníamos la nuestra. 4,5 litros para nosotros 3. Así que tuvimos que establecer límites. Triste, y eso nos dejó la boca un poco seca. Para la próxima vez, tendremos que venir cargando con pastillas purificadoras para poder beber agua de cualquier lado (aunque apuesto a que beber del río no hubiese provocado incidentes como los de CostaRica:-)). Desp?es de comer junto a la cascada, y hacer una siesta reparadora al solete, montamos la tienda y nos fuimos a sacar fotos al valle glaciar. A la vuelta, los chicos que acampaban al lado nos dijeron que un oso joven se había acercado a nuestra tienda a inspeccionar. Así que cogimos toda nuestra comida, cremas de mosquitos, desodorantes, cremas del sol, etc y las llevamos a las cajas-antiosos lejos del campamento. Nos fuimos a cenar y ver la puesta de sol al valle, y despu?s a la cama. El plan era sacar unas pocas fotos a la luna, pero estábamos tan cansados que nos pusimos a roncar directamente. Por la mañana, me levanté a sacar las fotos del amanecer y de la impresionante luna llena que aún iluminaba el valle. Después desperté a las niñas y mientras recogíamos el tenderete para irnos, Alicia nos coment? alegremente: "eso de ahí no es un oso?". Pregunta capciosa, puesto que todo el mundo sabe qué forma tiene un oso. Pero antes de responder "no, es un elefante africano que se viene de veraneo todos los años", nos giramos y miramos hacia donde apuntaba con el dedo. Y así nos encontramos los 3, con la boca abierta, mirando al osito que debía llevar un buen rato mirándonos a nosotros con curiosidad. Estaba bastante cerca, y parecía un osito de peluche. Solo que era un poco más grande. Supuestamente, uno tiene que hacer un poco de ruido y espantar a los animales salvajes, para que no se acostumbren a los humanos, así que antes de que Celia reaccionase para sacar la cámara de fotos, dí dos palmadas, que hicieron que el oso se diera la vuelta tranquilamente y se fuese parsimonioso al bosque. Claro que semejante reacción provocó que Selin me echara un poco la bronca, por no poder sacar la foto...

Antes de que el sol empezara a calentar, nos pusimos en marcha. Esta vez tocaba subir, aunque las mochilas iban ligeramente más ligeras. Llegamos al coche al mediodía, y pusimos rumbo al valle central, donde habíamos quedado con Marta-Pablo-y-familia para regresar a Berkeley. Y un poco después del cruce entre la carretera de Tioga, y la del valle nos encontramos con un montón de coches parados, y miles de gentes sacando fotos... a otro osito que pastaba alegremente en una pradera. Así. Sin esfuerzo! Nosotros nos pegamos la pateada madre para meternos en lo salvaje, y ver un osito, y esta gente llega con sus coches, y sin ningún esfuerzo son capaces de ver el oso. Vamos... Si es que no hay derecho!.

Habíamos quedado con el otro grupo en el Ahwahnee Lodge, un hotel de lujo en mitad del valle. Lujo total, con piscinita, camereros estirados, ricachones varios, y tiendas donde los ricachones podían gastarse sus millones. Y allí nosotros, polvorientos, molidos de caminar, sucios, y olorosos... nos tomamos un aperitivo, y nos fuimos. La comida oficial, la hicimos en una pizzería auténtica en Oakhurst. Pizzas gigantes, cargadas de ingredientes, que nos dieron para comer, cenar y desayunar al día siguiente.

En definitiva, una excursión de fin de semana bastante espectacular.

Fotos? Si... tenemos algunas... pero están en el ordenador de Celia, y visto que os estais impacientando, he decidido colgar primero el post, y ya colgaremos las fotos más adelante. O si lo preferís, podeis verlas en flickr...

http://www.flickr.com/photos/23297985@N00/536361430/

http://www.flickr.com/photos/23297985@N00/536361382/


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