lunes, julio 09, 2007

humuhumunukunukuapuaa

Las charlas en Jagüai empezaban cada día a las 9am, y terminaban a las 6pm, con una pausa de 12:30 a 2:30 para comer. Eso no dejaba demasiadas oportunidades para ir a la playa. Pero aprovechando el jetlag, y que desde que las temperaturas permitían meterse en el mar desde el amanecer, nos pudimos levantar a las 6, ir a bucear, o a pasear por la playa antes y después del trabajo. Selin, por supuesto, se lo pasó todo entre la piscina del hotel, y la playa.

Levantarse por la mañana y acercarnos a una reserva marítima nos llevaba 15min. Es increíble lo buenísima que esta el agua incluso a a las 6.30 de la mañana. Y lo mejor es que apenas esta revuelta, y no hay gente chapoteando, así que hay unos cuantos metros de visión submarina para ver de todo, ya desde la orilla. Y eso que yo soy un gafotas y no veo tres en un burro. Vimos corales, pececillos de todos los colores (a toda la troupe de Nemo, menos a Nemo) y a un montón de Humuhumunukunukuapuaas... que es como se llama el pez del estado, también conocido como "reef trigger fish". Pero tal vez el bicho marino que mas nos impresiono ver fue uno que se nos escapo en Costarica. Y esta vez, nos lo encontrábamos hasta en la sopa. Puedes ir tranquilamente chapoteando y que una tortuga verde de un metro te salga al paso y se te quede mirando con cara de curiosidad. Claro, yo a Celia le había dicho que estos bichos comen corales, y algas y cosas así, y que tenían un pico como el de un loro y que si te mordían te podían arrancar un brazo (si, resulta que debo tener una vena andaluza sin identificar)... y la niña no se lo tomo a la ligera y cada vez que veía una tortuguita curiosa, se agitaba un poco, reculaba y me dejaba a mi frente a frente con el monstruo marino.

Después del paseo matutino, nos íbamos al hotel, donde yo tenia desayuno incluido en la conferencia y Celia esperaba ansiosa en la habitación a que le llevase algo (ay, dame aaaaalgo). Despues, cada uno a sus cosas hasta la hora de comer. Yo Conferencias superinteresantes, Celia al sol en la playa o la piscina. Comidita volando, y excursión a la playa.

Y por la noche, intentábamos ir a cenar al pueblo de al lado. La gesta requería coger el coche, atravesar las mansiones de los ricachones, los hoteles de los no tan ricachones, y elegir alguno de los cientos de centros comerciales llenos de tiendas para turistas, almacenes, cervecerías y restaurantes.
El problema de los restaurantes es que no parecía haber nada intermedio: o era carísimo, o era fast food. El primer día probamos suerte en uno de comida mediterránea (griega) que no estuvo mal. Pero las esperanzas de disfrutar de una cena estupenda se centraban en el banquete de la conferencia: un luau.

Los luaus son los banquetes tradicionales hawaianos, que aunque dicen que aun se practican en algunos pueblos nativos, se han convertido en un atractivo turístico más.
La cosa consiste básicamente en cocinar un cerdo entero envuelto en hojas bajo el suelo, acompañado de miles de viandas y bailes con faldas de flecos, gorros de plumas y tetas de cocos. En el hotel organizan un par de luaus semanales, con música y bailes tradicionales. Muy espectacular. Así que nos esperábamos una cosa así, como la que habíamos visto en el jardín del hotel. Sobre todo, porque el maldito Luau de la conferencia costaba 60$ para los acompañantes de los conferenciantes, y por ese precio, Celia llevaba salivando desde principios de semana, imaginándose al cerdito mirándola con sus ojitos tristes y una manzana en la boca. Pero nuestro banquete lo organizaron en el ático del hotel, en lugar de en el jardín y aunque la comida no estaba mal, no había rito de enterramiento y cocinado de cerdo, ni taparrabos ni tetas de cocos, si no un triste self service. Aunque se podía repetir hasta morir, no valía la pena entregar nuestras vidas por tan triste demostración.
La velada estaba amenizada por un grupo artístico compuesto por una señora redonda y con traje de mesa camilla, cantando, un triste señor, con cara de cerdo, pero muy delgado,(lo que le salvo de que Celia le metiese una manzana en la boca y le hincase el diente), tocando el ukelele, y dos chavalotas que hacían turnos para bailar al hula estilo hawaiano. Nada de taparrabos, cocos, plumas o hierbajos colgantes. Todo muy decente y muy soso.
Nos sentamos frente al escenario, para hacer fotos, en una mesa repleta de japoneses cargados de cámaras digitales que no quitaban ojo a las chavalotas, y no hablaban mucho. Entre baile y baile aplaudían, y luego se ponían a la cola para sacarse fotos con las muchachas. Ese era más el espectáculo en realidad.
Y esta es la historia de como nos quedamos sin disfrutar de un autentico luau, un autentico cerdo a las brasas y nos fuimos a la cama con el estomago cuasi vacío en lugar de rebosante según nuestras expectativas....

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