viernes, octubre 13, 2006

Santa Barbara (2)

Cuando terminé la primera jornada de la reunión de físicos en UCSB, me acerqué hasta la ciudad para recoger a Selia. Se suponia que teniamos el banquete oficial, a la que Selia no se quería apuntar, asi que la idea era que ella se fuese al hotel. Pero cuando me la encontré con cientos de bolsas de compras, y cara de hambre (con tantas compras, no habia tenido tiempo para comer) empecé a sospechar que no disfrutaría de la maravillosa comilona gratis.

Los organizadores habían reservado un restaurante con una pinta estupenda en la calle principal. Selia miraba con recelo al grupo de físicos, pero envidiaba la posibilidad de quedarse a comer en aquel sitio. Despues de unos momentos de titubeos, decidí abandonar la estupenda compañia del grupo de fisicos (si, vale... estoy siendo ironico) para irme con mi mujercita a cenar por la ciudad. Dimos unas cuantas vueltas en coche buscando un sitio recomendado por la guia, pero los problemas habituales de Selia con los mapas hicieron que diesemos algunas vueltas de más. Finalmente, llegamos a un restaurante/parrilla superfashion un poco alejado de la calle principal. El sitio prometia. Una casita de estilo victoriano, con mesitas en el jardin, y cientos de miles de camareras/os pululando entre la biutiful-pipol. Los precios no eran tan caros como podrian serlo en este pais (aunque tampoco era barato). Nos sentamos en la terracita. Pasaron por la mesa al menos 4 camareras, todas ellas peripuestas y supermonas y en plan superencantador. Nos dimos cuenta de que nos estabamos integrando en este pais cuando mantuvimos una conversacion jocosa con una de ellas. En este pais es increible para esas cosas, con dependientes que te preguntan que tal el dia, y clientes que responden alegres y sueltan bromas y chascarrillos. Asi que cuando la tipa nos preguntó de donde eramos empezamos a charlar de España, Berkeley, San Francisco, el trabajo... y de las ganas que tenia de ir a Barcelona. Incluso nos asustamos de nuestra sociabilidad-yankie. Al sentarnos en la mesa, nos pusieron unos bollitos/madalenas de diferentes sabores, para comer con mantequilla flambeada. Echamos un vistazo a la carta, y Selia empezó a salivar. Ella se comió unos filetillos de puerco. Yo, un chuletón sangriento. Estupendo. Selia no pudo evitar pedirse una copichuela de Chardonay... pensando que seria tinto, la camarera en cambio interpretó que queria un blanco. Asi que se trajo la copa de vino blanco más cara que había en el menu. Eso si, aunque a Selin por lo general no le gusta el vino blanco, éste le encantó. En el fondo, no es tonta la chavalota.

Al salir del local, una limusina esperaba en la puerta... aunque lamentablemente no era para nosotros, sino que acababa de dejar a algun famosete en el local. O vete tu a saber.

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