lunes, agosto 20, 2007

La espectacular crónica de la visita del Dr. Boiffard y la cámara CANON IXUS 700 con Irene acoplada a Berkeley (Parte 1)

Tras un elegante y cómodo vuelo trasatlántico de nuestra compañía aérea patria, la gloriosa Iberia, y otro un poco cochambroso en un avión sacado de la película Turbulencias, de la más cochambrosa todavía compañía American Airlines (american…, puaj), la cámara de fotos CANON IXUS 700 con la Irene que tiene acoplada y yo, llegamos al aeropuerto de San Francisco. Allí estaban Selia y Miwell esperándonos, los que muy amablemente nos recogieron en su coche rojo con matrícula californiana y nos llevaron hacia sus aposentos en Berkeley, ese lugar mágico donde los americanos son más anti-Bush que en una manifestación contra el G8 y donde las flores, los ciclistas, los estudiantes amarillos y los homeless con aspecto de hippies pasados de rosca por haber abusado demasiado del LSD colorean las calles. Habíamos llegado a nuestro destino vacacional.

El lugar donde viven los señores administradores de este ilustre blog, úsease, la Selia y el Miwell, fue obviamente la primera visita. Lo más importante del pueblo, la Universidad de California - Berkeley, ese lugar universitario que sale en todas las series, bien sea por sacar al dinosaurio del edificio de ciencias, bien sea por su historia rebelde e izquierdosa. O bien sea por la de ilustres cerebros que han salido y entrado de ahí, como el mío, que no ha estudiado ahí pero sí que ha entrado y salido del campus andando. En realidad el ambientillo no se diferencia mucho de cualquier otra universidad americana, que todos conocemos bien porque las hemos visto en las series. Los orientales pasean alegremente en bicicleta, los intelectuales de letras con sus gorras de beatnik teclean en sus Mac en la cafetería, el servicio de limpieza va en carrito de golf, las bibliotecas tienen pinta de tener trillones de libros, los cristianos reclutan gente sentados en una mesa de camping, el botellón en el cesped es una práctica completamente desconocida y la gente se viste toda con merchandising oficial de la Universidad de California - Berkeley, reconocible por el azul, el amarillo y un oso. Los edificios son mastodónicos, la vegetación es frondosa y verde como el increíble Hulk, y presidiendo el campus se encuentra el Campanille, un gran campanario (sin iglesia, seguro que es masónico o satánico) en el que cobraban por subir y que la cámara CANON IXUS 700 con Irene acoplada y yo, nos quedamos sin subir, pero encima del cual seguramente se podría pasar uno toda una tarde de ocio escupiendo a todo el que pasase por debajo. En definitiva, un lugar perfecto para ir a pasar las vacaciones haciendo cursos de verano y pasear a la novia o al Mac.La ciudad y alrededores giran bastante en torno a la Universidad y a su historia: los rebeldes estudiantes de antaño, que se quejaban de la Madre Patria (América) para no pegar palo al agua, se han convertido en mohosos hippies que regentan puestos en la calle vendiendo camisetas anti-Bush y del Ché o artesanía. Las tiendas de libros de segunda mano son el local típico de la zona, bastante por delante de los McDonalds y Starbucks: la friolera de cuatro en menos de una hectárea, seguidas de los locales de tatuajes y discos. Las casas llenas de flores, los supermercados, el McDonalds de rigor, restaurantes variopintos y un edificio la mar de misterioso junto a un parking público, seguramente desde donde la CIA espíe a toda esa panda de progres antipatriotas, completan el paisaje urbano.

Al día siguiente, aprovechando que era viernes y Selia no tenía que trabajar, fuimos, por fin, a la maravillosa ciudad de San Paquito, famosa por sus terremotos y sus cuestas descomunales. Para el trayecto utilizamos el BART (Braulio's Antigravitation Rocambolescus Train, o el tren rocambolesco antigravitación de Braulio, en cristiano), una especie de cercanías-renfe pero con asientos cómodos y en el que cuando está lleno no huele a sobaco. Que no os engañen: somos el tercer mundo todavía. Tras un viaje por túneles y vías aéreas como el Monorail de Springfield, en el que la Irene que va acoplada a la CANON IXUS 700 se quedaba pasmada viendo lla estación de San Paquito que está al lado del puerto. Y que la Irene que va acoplada a la Canun IXUS 700 se empeñaba en llamar Pescaderou, al igual que decía durante todo el viaje Golden Gay en vez de Golden Gate.

Tras haber aprendido la valiosa lección de desenvolvernos por el transporte que conectaba Berkeley con San Paquito, recorrimos con Selia la zona de los grandes edificios, donde nos quedamos fascinados por su tamaño e hipnotizados por la belleza artificial de la arquitectura moderna. También entramos en el museo de la Wells Fargo, donde acumulaban un interesante material de la conquista del Oeste, como unos pedruscos de considerable tamaño con pepitas de oro, y una maqueta de una diligencia a escala. (Sin caballos, obviamente, porque aquello era un sitio finolis y no era plan de espantar a los clientes del banco con un fuerte aroma equino). Tras ver el bar donde se emborrachaba Jack Kerouak , y tras comer una deliciosa hamburguesa en un maravilloso lugar cerca del barrio italiano, fuimos, para mi desgracia, al barrio chino, donde la CANON IXUS 700 con Irene acoplada y Selia, se pararon en todas y cada una de las tiendas de gilipolleces que había. Sin embargo aquello no era más que el preludio, el virus del consumismo irracional todavía no se había asentado en la CANON IXUX 700 con Irene acoplada. Lo podrán leer en el siguiente capítulo de esta increíble crónica.

El fin de semana fuimos al Parque Natural de Sequoya, uno de los pocos lugares sin Starbucks ni McDonald's que quedan en el país norteamericano. Tras horas en la carretera californiana, que se caracteriza, al igual que Castilla, en tener siempre el mismo paisaje, aunque, eso sí, sin una sola curva, llegamos a nuestro primer destino: el motel. Ahí llegaría una de las grandes experiencias genuinamente americanas que hemos vivido en este viaje, tan genuinamente americana como el Marlboro o desestabilizar Oriente Medio. El motel tenía una decoración un tanto silvestre, lleno de flores por todas partes, y por supuesto, en la mesilla de noche tenía un libro de cabecera, ese best-seller milenario que tan de moda está últimamente en este país: The Holy Bible. Abandonado el motel por la mañana, nos pegarnos el primer desayuno genuinamente americano, que no sería el último (mi barriga actual puede dar buena fé de ello). Con tortitas, café que se rellena hasta que te hartes, salchichas , huevos revueltos, y lo más característico: dos camareras con traje rosa y mandil que seguramente se llamasen ambas Doris. Después de desayunar tiramos para dentro del parque.Durante los dos días que pasamos allí nos dio tiempo a ver osos, ciervos, ardillas, americanos de más de 150 kilogramos, águilas, cuervos del tamaño de avestruces, y guardabosques con su uniforme. Pero la estrella absoluta del parque era el General Sherman,
el árbol más grande del mundo, una sequoya que nació antes que Cristo y que ha sobrevivido hasta nuestros días.La vida del parque giraba en torno a los osos, que regían el mismo como si fuese una comuna revolucionaria. Cual abertzales pero sin boina, los osos exigían que les dejásemos la comida en unos contenedores metálicos, cual impuesto revolucionario. Aunque nosotros nos lo saltábamos a la torera y cada vez que veníamos de caminar lo recogíamos como si nada, pues los osos todavía no habían pasado a recogerlo. Qué listos somos. Hahahahah.

Tras un par de paseos variopintos
por lugares del parque, fuimos a dormir a unas cabañas un tanto ruprestres, que parecían las del campamento de verano de Tu a Boston y yo a California, solo que en vez de una alegre muchachada, la gente que las poblaba eran más bien entrados en edad (y en kilos). Al día siguiente tuvo lugar el primer intento fallido de asesinar a la cámara CANON IXUS 700 con Irene acoplada que llevaron a cabo Selia y Miwell, con mi total complicidad. El plan era andar 14 kilómetros hasta unas preciosas cascadas, bajo la letal solana de Julio, y la idea era que la cámara CANON IXUS 700 con Irene acoplada desfalleciera entre el calor y la caminata, o picada por una serpiente de las que poblaban la zona . El plan salió fatal, pues la madera de la que está hecha la cámara CANON IXUS 700 con Irene acoplada es bastante buena. Es profesora de educación física, pero sobre todo, es mi madre, al fin y al cabo.
Contiunará...

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